No es la imprenta un oficio compatible con el frío. Hasta el siglo XX, los meses de otoño e invierno para las imprentas situadas en ciudades que, como Alcalá la Real, superaban los 900 metros de altitud, debieron de ser una pesadilla para cajistas y batidores de tinta, los unos porque con unos dedos entumecidos y torpes, intentar coger un tipo de plomo de la caja debía de ser causa perdida y los otros, con los brazos doloridos en un vano intento de lograr una tinta fluida y en condiciones optimas para la impresión. Entonces la calefacción, como mucho, era un brasero y en los mejores talleres una chimenea que, ni en el mejor de los casos, llegaba para calentar el local. 
      Al mediodía, una parada, para tomarnos los bocadillos en la taberna de "Pepillo el Aguardentero", una tradición en los talleres de Alcalá la Real.  Pepe nos obsequió con una copa de aguardiente de guindas para mantener el calor de regreso al taller.La tarde la dedicaron a componer con los tipos de madera y a "crear" monotipos tipográficos, a mancharse de tinta, en definitiva a jugar con la imprenta.
Las imágenes que acompañan el artículo son solo un pequeño ejemplo de lo que los participantes realizaron y pudimos vivir, pero para para ver más imágenes en: https://www.facebook.com/imprentaartesanal.marvel
Me lo pasé como un niño chico. Gracias Paco
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