lunes, 24 de agosto de 2015

Demasiado tarde para desaparecer



   Cuando a finales del siglo XX la mayoría de las imprentas comenzaron a aventurarse en nuevas técnicas de composición e impresión, desplazando progresivamente todo lo relacionado con la tipografía, ni cajistas ni impresores intuyeron lo que se les venía encima, la linotipia primero y el offset después, iban a marcar definitivamente el devenir de un oficio que llevaban realizando muchos años y que antes habían visto hacer a sus maestros, nadie pudo imaginar que aquello era el principio del fin. 

El cajista Samuel Langhorne Clemens, conocido por todos nosotros como Mark Twain, hacia 1852. 

     
     Un cataclismo que no quisieron ver pero que, apenas unas décadas después, con la llegada de los primeros ordenadores e impresoras digitales a las Artes Gráficas acabaría arrollándolos en los últimos años del siglo pasado. Esto supuso, a mi entender, un punto de inflexión en un oficio tal y como se había conocido durante más de 500 años, y representó una transformación de la misma magnitud que la vivida en las imprentas durante el siglo XIX, cuando las prensas "Stanhope", la generalización del uso de "rodillos" (que para quién lo desconozca por aquel entonces se fabricaban mezclando cola y miel) y finalmente la linotipia, modernizaron e industrializaron los procesos de impresión y composición. No me cabe duda de que la Edad Moderna de la Imprenta en España fue resultado de la secuencia histórica conocida como revolución liberal, que además de la tecnificación, supuso el definitivo cambio en la mentalidad de los empresarios del sector gráfico, espoleado por un aumento de la alfabetización en una población que a partir de entonces comenzaron a demandar sus impresos.

Linotipias en la sala de composición de un taller portugués en 1950.






   
    Pero no crean que esta ruptura con el pasado, se vivió en las imprentas tipográficas comerciales con tristeza, más bien fue todo lo contrario. La mejora en la eficiencia y rentabilidad que suponían los nuevos procedimientos gráficos fue para todo el mundo un motivo de alegría, desde el aprendiz al propietario. Los cajistas, poco a poco, fueron mejorando sus condiciones de trabajo con la llegada de la linotipia, para acabar siendo los responsables, en todos los talleres, del manejo de las fotocomponedoras primero y los ordenadores después, liberando a tan legendario oficio de su pesada y poco salubre actividad. A su vez, los maquinistas dejaban, por fin, de tener que ser a la par que buenos impresores, mejores mecánicos, y los talleres comenzaron a ser lugares ordenados, limpios y luminosos, pues las nuevas máquinas y tecnologías requerían unas instalaciones muchos más amplias de las que hasta entonces habían necesitado ninguna imprenta tipográfica. Convirtiendo las Artes Gráficas en una actividad dinámica, tanto por su capacidad de incorporar adelantos técnicos, como por su incidencia social en la vida de pueblos y ciudades. Esta pujanza en las imprentas supuso a la vez la modernización  y el abandono del antiguo oficio, dictando, de paso, la suerte que corrieron cajas, minervas y demás elementos tipográficos, que en el mejor de los casos fue el arrinconamiento, cuando no directamente la venta a chamarileros o chatarreros.

Curiosa modificación de la prensa Ruggles reconvertida en planocilíndrica en un taller americano hacia 1906.


    

     Los hechos antes narrados no crean que son viejas historias sacadas de legajos o antiguos documentos, estos acontecimientos apenas hace treinta años que sucedieron y sin embargo parece que han pasado siglos, la velocidad de los avances en la tecnología digital nos alejan de ese pasado de manera exponencial a cada año que pasa. De manera que el avance inexorable del tiempo ha propiciado que, en ese breve espacio de tiempo, la mayoría de los talleres de imprenta que tuvieron en la tipografía su seña de identidad hayan, literalmente, desaparecido. 

    Por eso, el empeño en España por recuperar la imprenta tipográfica adquiere un valor excepcional y maravilloso. Por una parte porque por la edad, la mayoría de quienes andan en el intento son personas que se manejan con más soltura entre smartphone, ipad y ordenadores digital que entre utensilios tipográficos y por otra porque ya son poquísimos los talleres tipográficos a los que recurrir para conseguir material, máquinas o simplemente el consejo de un antiguo maestro. 

   ¿Hemos llegado demasiado tarde?, yo creo que no, pues es bien sabido que ante la adversidad el ser humano se crecen, encuentran soluciones a los problemas y los obstáculos son salvados con imaginación y perseverancia, además y para nuestra suerte no todo iba a ser zozobra, pues la finalización de la actividad de las imprentas en nuestro país, por jubilación de su propietario, supuso en muchos casos que los talleres quedaran tal cual fueron cerrados por sus dueños, viendo como ese material desechado y almacenado en lo más profundo de las imprentas han pasado a ser cotizadísimas  piezas anheladas por esto "buscadores de tesoros" en los que se han convertido muchos de los nuevos impresores tipográficos. 

 III Encuentro de Impresores Tipográficos. Madrid 2015 - Fotografía Paco Mora.



    

     Esta podía ser muy bien la génesis de los Encuentros de Impresores Tipográficos que se han celebrado en España y que sin duda van a ser el punto de partida de una historia que ha conseguido, por lo pronto, que la imprenta tipográfica no desaparezca y que tengan en sus manos el futuro de este antiguo arte. 

2 comentarios:

  1. Paco, acertadísimo en tus opiniones y emocionante en la forma. ¡Larga vida al plomo!

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  2. ...la nostalgia y el placer de retomar el oficio..
    Sí,... la gráfica vive...!!

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