viernes, 7 de septiembre de 2012

FE DE ERRATAS, DE LA FE DE RATAS

 
Máquina de "picar" palabras
    Rubén Garrido, es un amigo granadino inclasificable, inquieto, entrañable y con un talento inusual para el dibujo, diseño gráfico y como docente. De su desbordante imaginación surgió, hace años, el trabalenguas que encabeza este artículo; una cáustica crítica a la incomprensible costumbre por parte de algunos autores de incluir Fe de erratas en los libros impresos a finales de los 70 del siglo pasado. Una época en la que las primeras fotocomponedoras y máquinas de offset ya habían hecho su aparición en buena parte de las imprentas españolas. En el taller donde yo aprendí el oficio teníamos una Berthold de exposición por proyección, recuerdo que la matriz estaba constituida por una tira plástica que llevaba las imágenes de las letras en negativo y la luz atravesaba este negativo para impresionar el papel fotográfico, que revelado, era a la vez galerada de prueba y tira de composición definitiva para montar, fotografiar y pasar a la plancha de offset.
     Aquellos autores de los que se burlaba mi amigo, debían suponer que incluir una fe de erratas en su libro le daría, al mismo, una pátina de calidad de la que el texto carecía.
    Mención aparte merece el asunto de los errores de composición registrados en la Fe de erratas de los libros compuestos hasta el siglo XIX porque, para desgracia de los investigadores, hoy solo podemos ver el resultado final del trabajo de aquellos cajista, los pliegos que de las prensas salían impresos; nunca sabremos los errores más habituales o las barbaridades que salían de las torpes manos de lo aprendices en sus primeras composiciones, la corrección de todos aquellos gazapos nos han privado de una interesante fuente de conocimiento, de cómo era el trabajo en una imprenta hasta la llegada de la revolución industrial.    
    Para los amantes de la imprenta y el libro, espero que José Manuel Lucía Megías no sea del todo un desconocido, es Catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid, poeta y un investigador especializado en la literatura caballeresca y en la imprenta del Siglo de Oro, una fuente de conocimiento para los que nos interesamos en la historia de cómo fueron impresos los libros del XVI y XVII.
    Sus artículos sobre los originales de imprenta, manuscritos o impresos, que estaban destinados a servir a las imprentas como modelos para realizar la composición e impresión de un libro me apasionan, sobre todo por lo de excepcional que la conservación de dichos originales tiene y lo de revelador para conocer como era el verdadero trabajo de los antiguos tipógrafos, la diferencia entre lo que tenían delante y lo que salía de sus manos.
    Los que componemos con tipos de plomo, sabemos de los errores que podemos provocar al coger los tipo de la caja. Unas veces, porque la rapidez es garantía de error y otras, porque cogiendo el tipo del cajetín correspondiente, el fallo se pudo cometer previamente durante la distribución de otro texto, errando al devolver el tipo a su lugar correspondiente, por lo que terminamos colocando en el componedor una “s” cuando lo que necesitábamos era una “e”.


    Por eso cuando encontré este anuncio entre las páginas de uno de los Boletines Oficiales de la Provincia de Granada, que se conservan en el Archivo histórico de la Diputación de Granada, supe de inmediato que estaba ante una rareza tipográfica, algo excepcional, no todos los días se topa uno con tal cúmulo de despropósitos tipográficos. ¿Qué pudo ocurrir para que fuera impreso este engendro? las prisas, unas manos inexpertas, el descuido del corrector, en cualquier caso tenemos ante nosotros, por primera vez, lo que compuso aquel desconocido cajista, los tipos que en sus rápidos, o puede que torpes, movimientos cogió de la caja y que nunca pasaron por el tamiz de la corrección. Como en las novelas de Agatha Christie, solo al final seremos capaces de resolver el enigma, pero para mí que el responsable del taller donde se imprimó era malo de solemnidad.
    Francisco Núñez, que así se llamaba el impresor, debía de ser un empresario más preocupado por el dinero que los anuncios le proporcionaban que de la imagen que del anunciante trasmitía al lector en su periódico, lo digo porque el anuncio no solo salió publicado una vez, sino que fueron ¡46! las ocasiones en las el anuncio fue impreso. El primero apareció el día 22 de septiembre de 1871, y el último el 29 de noviembre del mismo año, no salió publicado algunos días; sin embargo, en todas las ocasiones apareció impreso como la primera vez, es decir, que compuesto el molde y hasta su distribución final a la conclusión del contrato de publicación no se volvió a tocar.
     Lo de no componer el anuncio nuevamente en cada inserción lo entiendo, era y durante años fue práctica habitual en los periódicos conservar los moldes de aquellos anuncios que con asiduidad se repetían, lo que me cuesta más trabajo comprender es por qué no se corrigió a lo largo de los meses que estuvo a la vista de todos. Lo que me hace dirigir la mirada al Cirujano Dentista del anuncio, quién tampoco debía de prestar mucha atención a lo que sobre su persona aparecía publicado diariamente en el periódico. ¡Menudo especialista!

    Pero en fín, para demostrar que la imprenta era cutre, aquí tienen este otro anuncio. Primero apareció publicado con una composición imposible de la palabra “provincia” para a continuación enmendar el entuerto, bueno no del todo, observen esa “t” de la izquierda, ¿pero cómo se puede poner un tipo entre las dos líneas?. Ver para creer.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Y LA IMPRENTA VOLVIÓ A LA MOTA


     Estas palabras, del escritor y periodista Santiago Campos, con las que encabezaban la crónica que sobre la presentación del libro Typographica publicara en el Diario IDEAL, creo que describen, con acierto, lo que ocurrió la pasada noche del 10 de agosto en Alcalá la Real.
   Porque aquella noche, la IMPRENTA fue la verdadera protagonista del acto celebrado en el increíble escenario de la fortaleza de La Mota, ruinas de la que fuera impresionante ciudad fortificada, frontera entre los reinos castellano y nazarí y que hoy, cuidadosamente restaurada mostró con orgullo, al público asistente, los restos de su imponente castillo, los de la iglesia renacentista y los restos de murallas y torreones que han logrado seguir en pie, soportando la destructiva mano del hombre tras años de desidia y abandono. Nadie imaginaba que la imprenta volviera a ponerse en funcionamiento en el mismo lugar donde en el año 1706 la instaló un impresor granadino para componer e imprimir el primer libro realizado en Alcalá y que desde entonces no había vuelto a ver entre sus muros chibaletes ni prensas de imprimir. 


   Teniendo como fondo el espectacular castillo árabe, la presentación del libro Typographica del alcalaíno Francisco de Paula Martínez Vela, no fue sino el pretexto para realizar un emotivo homenaje a la imprenta y a los hombres y mujeres que hicieron que la misma siguiera viva en la ciudad de Alcalá la Real desde el siglo XVIII hasta nuestro días. Contando como invitados de excepción con los dos últimos impresores tipográficos de la comarca: Salvador Fernández Gomar de Gráficas Gomar de Alcaudete y Emilio Martínez Sánchez de Gráficas Marvel de Alcalá la Real, que con 87 y 84 años respectivamente son memoria viva de aquella imprenta comercial con tipos de plomo que algunos tanto amamos, así como el hijo de otro de los impresores alcalaínos que tuvo taller abierto desde los años 30 hasta bien entrados los 70 del pasado siglo: Domingo Murcia Rosales de la Imprenta La Magdalena de Alcalá la Real, a quienes vemos en la fotografía flanqueados por el autor y su hermano, mientras que en la otra imagen se puede ver a toda la saga de impresores Marvel. El hermano mayor Manuel, que aprendió y ejerció el oficio de cajista antes de dedicar su vida a la pintura y la serigrafía, el fundador de Gráficas Marvel, Emilio junto al sucesor del negocio Emilio José y Francisco de Paula, impresor artesanal y autor del libro.
 

    Pero para que la magia de la imprenta regresara a La Mota contamos con la colaboración y apoyo del Ayuntamiento de Alcalá la Real, de Juan Ángel Pérez Arjona, Concejal de Patrimonio, la del arqueólogo municipal Carlos Calvo Aguilar y la del técnico de cultura y responsable de la Asociación Cultural «Enrique Toral y Pilar Soler», Francisco Toro Ceballos, quién además hizo posible que uno de los ejemplares impresos en el años 1707 en la imprenta instalada en La Mota volviera al lugar donde vio la luz ¡una emocionante sorpresa!.

   De modo, que la histórica Minerva “Bostón” de palanca de Gráficas Marvel, junto con un Chibalete del siglo XIX de la antigua imprenta granadina del Sagrado Corazón, fueron trasladados con mucha delicadeza por operarios municipales e instalados en la Capilla del Deán, un espacio encantador y en el que ambas piezas lucían magníficamente, parecían como en casa.

    La presentación corrió a cargo de Manuel García, editor, Manuel Vela, artista plástico, Domingo Murcia, cronista oficial de la ciudad y de Francisco de Paula, el autor. Cada uno de ellos, además de sobre el libro que se presentaba, hablaron de la relación personal que tenían con la imprenta.
   En las palabras de Manuel Vela hubo sobre todo sentimiento, habló de su niñez en la imprenta familiar, de cómo su relación con los tipos de plomo le ayudo en su época de estudiante para conseguir algo de dinero extra, trabajando como cajista en imprentas de Granada y Sevilla, y de cómo veía natural la relación del autor con la imprenta ya que la misma le venía desde el mismo nacimiento, pues nos contó que la imprenta familiar comenzó el mismo año en que el autor del libro vino al mundo.
    Manuel García, por su parte, nos introdujo en el mundo del libro antiguo impreso, su verdadera pasión, contándonos algunas anécdotas simpáticas sobre la edición de libros en el siglo XVI y la relación que la sociedad ha tenido con los libros en distintas épocas de nuestra historia, sostuvo que el libro impreso sobre papel nunca desaparecerá pues la emoción y sensación al tacto, así como la belleza de un impreso nunca podrá ser suplantada por los fríos soportes electrónicos.
   Domingo Murcia, como hijo de impresor, supo introducirnos en el ambiente que se respiraba en la imprenta familiar en la década de los sesenta. Aquel taller, dijo, era una especie de “rebotica” dónde la intelectualidad del pueblo se reunía en torno al tipógrafo para hablar de lo humano y lo divino. Narrando algunas simpáticas anécdotas del trabajo de una imprenta de aquellos años. 

   Por último, Francisco de Paula Martínez, nos hizo retroceder en el tiempo para hacernos entrar en la imprenta que el granadino Francisco de Ochoa, a iniciativa del Abad Diego Castell, instaló a escasos metros de donde esa noche nos encontrábamos. Aparte de mostrar uno de los libros impresos en aquella imprenta en el año 1707, nos habló de como sería aquel taller, la maquinaria, el personal así como el trabajo que en el mismo realizarían cada uno de ellos.
    Para que la historia de aquella imprenta fuese mas real, los actores de Alcalá Teatro, Abraham Calvo y Fernando Serrano, sorprendieron al público asistente representando un pequeño diálogo entre el Abad y el impresor, los dos protagonistas de la historia de la imprenta en Alcalá la Real con lo que lograron hacernos retroceder en el tiempo unos siglos.

    Finalizada la presentación de libro, el autor firmó ejemplares del mismo, contando con algunos admiradores, como Jaime y Ángela Melero Martínez, que tendrán que esperar algunos añitos para poder leerlo en profundidad y a los que dedicó con especial cariño sus libros.
     Mientras tanto, las personas que quisieron, pudieron realizar personalmente la impresión, a golpe de palanca, de un facsímil de la portada del primer libro impreso en Alcalá en la antigua Minerva Boston, para lo que contaron con la ayuda del impresor Emilio José Martínez, así como refrescar la calurosa noche con un riquísimo ponche elaborado para la ocasión por José Martín Vela, de la popular taberna alcalaína “Pepillo el Aguardentero”.

    El acto concluyó entrada la madrugada y tanto el público asistente como el lugar donde se desarrolló hicieron que la presentación resultara maravillosa e inolvidable.
   
Las fotografías que ilustran este artículo fueron realizadas por Javier Gómez y Juan Luis López.