En una entrada anterior ya reflexioné
sobre las representaciones que hemos ido construyendo a través de los años
de los viejos talleres de imprenta, sobre todo tras contemplar los antiguos grabados y dibujos
en los que se representaban las imprentas en plena actividad, que son, sin duda, unas
imágenes idealizadas, una visión falseada de la realidad.
La distancia existente entre lo que
nuestros ojos ven y lo que de verdad ocurría dentro de una de aquellas
imprentas es ciertamente considerable. Una distorsión de la realidad que continuó
hasta que la fotografía hizo su aparición y los fotógrafos enfocaron sus
objetivos en el interior de las imprentas.
Este grabado de un taller de imprenta que
apareció publicado en el periódico inglés New
Universal Magazine en 1752, nos muestra una imprenta en una época en la que
prensas de madera todavía reinaban en estos negocios. Aquí podemos ver los
distintos operarios de una imprenta realizando sus cometidos de manera ordenada
y pulcra. Al fondo tenemos al cajista, cogiendo las letras de la caja para colocarlas en el “componedor”. Parece que el trabajo de Batidor y tirador lo
realiza la misma persona, que vemos entintar el molde con las “balas”, pues su ropa y
envergadura así lo pone de manifiesto mientras que la persona, junto a él, solo
parece observar la hoja impresa, quizás sea el dueño. Mientras tanto, el
trabajador que tenemos más cerca de nosotros, no sabemos muy bien que es lo que
hace, parece que está corrigiendo una “forma” o puede que la estuviera
ajustando en la “rama”. Las hojas de papel perfectamente alineadas tras de él,
así como las hojas secándose colgadas del techo nos indica que este es un
establecimiento tipográfico de lo más recomendable para realizar la impresión
de un libro.
En esta otra litografía, algo más moderna, de
una imprenta que se incluyó en una serie titulada Prang's Aids for Object
Teaching: Trades and Occupations impresa en Boston en 1875, podemos ver también
a un cajista trabajando frente a su caja, a un maquinista introduciendo
manualmente papel en una prensa plano-cilíndrica accionada a vapor, también podemos
ver, quizás al jefe de taller, ajustando el molde en la rama con unas "cuñas"
de hierro metidas a martillazos, a otro operario ante una maquina sin identificar, que o bien era algún tipo de prensa para ajustar clichés o puede que una prensa de platina a pedal de los modelos fabricados por Stephen Ruggles en 1850 imprimiendo un trabajo y por último un trabajador que parece estar
humedeciendo el papel, un proceso al que se sometía al papel de algodón antes
de la impresión, de manera que la tinta se adhiriera con más facilidad al
papel.
En ambos casos, el entorno de trabajo
nos indica que estamos ante talleres eficientes, ordenados y muy limpios,
demasiado limpios y ordenados, algo que en nada se parecería a un verdadero taller de
imprenta, como los que podemos ver a continuación.
Esta es una fotografía tomada hacia 1900 en la imprenta Trois Rivieres de
Québec, en Canada, y al contrario que en las anteriores imágenes,
aquí si que nos encontramos en un taller real. Vemos delantales manchados de tinta y paredes sucias, papeles
esparcidos por el suelo, un ambiente poco iluminado y donde las personas y las
máquinas comparten el escaso espacio disponible. Hay dos maquinistas situados
antes su prensas de platina, uno de ellos sentado en un taburete, debido a las largas jornadas de trabajo de aquellos años, mientras que
vemos al maquinista de la plano-cilíndrica y a su joven ayudante subido en el
estribo de lo que parece una Prensa Babcock,
todas ellas accionadas ya por electricidad. Y por último el cajista situado en el
centro de la fotografía nos muestra un enorme componedor con varios tipos de
madera de gran tamaño, ¡menudo artefacto!.
Por último, esta otra fotografía, de la imprenta
Paxton & Evans de Texas, tomada
en 1905, podemos ver a de nuevo delantales manchados, suciedad en el suelo y ese
desorden en los chibaletes y la mesa de imposición habitual de un taller en el
que se trabaja. El cajista del fondo está cogiendo tipos de una caja a medio sacar del “chibalete”, tal y como lo seguimos haciendo cuando es poco el texto a componer, mientras su compañero se ha detenido en su tarea, quizás algo
nervioso ante la fotografía, apretando entre sus manos el componedor.
Finalmente el propietario está ajustando un molde en la “rama”, en una mesa de
imposición como las que yo recuerdo de las imprentas, con todo por medio, el
mazo para “tamborilear”, los moldes de los trabajos a imprimir y ya impresos,
el bote con la gasolina, las cuñas…. Un caos. Sin embargo, en ambas imágenes
parece que hay un cierto orgullo por parte de los trabajadores que posaron para
el fotógrafo.
Pese a todo, en estos locales mal
iluminados, desordenados y caóticos fue donde durante décadas se imprimieron
los libros, periódicos, revistas y folletos con gusto y pulcritud, esos
impresos rancios y trasnochados en los que algunos vemos la habilidad, el buen hacer
y el oficio de aquellos antiguos maestros impresores.
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